A pesar de la incertidumbre del mundo y la presión que ejercemos sobre nosotros mismos, la Escritura nos dirige a entregar nuestras preocupaciones a Dios. Cuando lo hacemos, no tenemos que estar despiertos por la noche. Nuestra dificultad de respirar puede ser reemplazada por un descanso que da vida. Podemos sentir una paz que va más allá de toda comprensión. Seremos desafiados a ser abiertos sobre nuestras inseguridades y reconocer que todos sufrimos de ellas.